- Señor conde -dijo Patronio-, el rey Abenabet estaba casado con
Romaiquía y la amaba más que a nadie en el mundo. Ella era muy buena y los
moros aún la recuerdan por sus dichos y hechos ejemplares; pero tenía un
defecto, y es que a veces era antojadiza y caprichosa.
»Sucedió que un día, estando Córdoba en el mes de febrero,
cayó una nevada y, cuando Romaiquía vio la nieve, se puso a llorar. El rey le
preguntó por qué lloraba, y ella le contestó que porque nunca la dejaba ir a
sitios donde nevara. El rey, para complacerla, pues Córdoba es una tierra
cálida y allí no suele nevar, mandó plantar almendros en toda la sierra para
que, al florecer en febrero, pareciesen cubiertos de nieve y la reina viera
cumplido su deseo».
De “El conde Lucanor”. Infante Don Juan
Manuel
A
las aladas almas de las rosas
De
almendro de nata te requiero.
Que
tenemos que hablar de muchas cosas,
Compañero
del alma, compañero.
Miguel
Hernández. Elegía a Ramón Sijé.
Numerosos pueblos y campos de España celebran por estas fechas el
maravilloso espectáculo de los almendros en flor. Sus tempranas galas anuncian
el fin de los fríos y de las heladas, el regreso a las labores agrícolas
después del obligado parón invernal. Los almendros eran heraldos de la
fertilidad, y mientras que en China representaban la belleza femenina, en Grecia
y Roma se repartían almendras en las bodas para asegurar una feliz descendencia
en el matrimonio. Pero su temprana floración ha sido también sinónimo de
tristeza infinita, y puede que esta peculiaridad sea la base de una curiosa
historia de amor en la mitología griega: hubo antiguamente una princesa de
Tracia llamada Fílide que se enamoró de Acamante, valiente soldado combatiente
en la guerra de Troya. Todos los días Fílide se
acercaba a la costa esperando su regreso, pero la guerra se alargaba y el barco
que debía traerlo de vuelta no llegaba, así que la princesa murió de tristeza.
La Diosa de la agricultura, Atenea, se apiadó de ella y convirtió su cuerpo en
un almendro de poderoso porte. Pasaron los años y Atamante regresó, pero al
llegar a palacio no halló a su amada y tan sólo pudo acariciar la corteza del
árbol. El amor de la princesa Fílide respondió a Acamante floreciendo de
repente y sin echar hojas, como lo viene haciendo desde entonces hasta nuestros
días.
Izq. Rama de almendro en flor. Óleo de Vincent Van Gogh. 1890
Der. Rama de almendro florecido en Villahermosa
La tristeza de estas leyendas no
amarga ni mucho menos el rito de la primavera, y a medida que las laderas y los
bancales se visten de blanco, la gente sale a las calles y a los caminos para celebrar
con alegría el acontecimiento. Las fiestas del almendro se suceden según las
comarcas siguiendo siempre el ciclo de la floración. En Valsequillo (Gran
Canaria) comienzan a principios de febrero, cuando en la península todavía es
pleno invierno. Conforme los días se hacen más largos la floración se
traslada al norte, y así las fiestas de Garrovillas de Alconétar (Cáceres)
llegan a finales de ese mes, mientras que en La Fregeneda (Salamanca) hay que
esperar a marzo y casi al inicio de la primavera. En esta última
localidad, a un paso de la frontera portuguesa, los festejos incluyen
certámenes literarios y fotográficos, concursos gastronómicos en torno a la
almendra y diversas rutas senderistas en las que participan numerosos
lugareños y turistas aficionados a la naturaleza.
Almendros y olivar en el camino de la Dehesa. Villahermosa
Cualquier agricultor sabe que la
floración del almendro en pleno invierno no significa necesariamente una gran
cosecha. Muchas variedades tradicionales son autoincompatibles, es decir, no
pueden ser fecundadas con su propio polen y necesitan el de otra variedad para
producir cosecha. Este hecho ha traído de cabeza a los propietarios durante
muchos años hasta que se pudieron producir variedades autofértiles, por lo que
en la actualidad el problema ya no se presenta. Otra situación adversa es el exceso de días húmedos,
fríos o ventosos, ya que estos árboles son polinizados
por abejas que requieren de tiempo estable para volar y libar sus flores. Las lluvias a finales de invierno dificultan el
vuelo de estos insectos, y lo mismo ocurre cuando soplan fuertes rachas de
viento. En cuanto a los fríos, está comprobado que la mayor actividad de las abejas se desarrolla con temperaturas entre 15º y 16 ºC, anulándose en cambio
por debajo de los 10º a 12 ºC.
Almendro en flor en Azuer
Estas dificultades subrayan la gran importancia de elegir no sólo
un buen emplazamiento, sino también la variedad adecuada según el clima. Los
árboles de floración temprana (enero y febrero) corren un riesgo mayor de verse
afectados por las heladas, pero en cambio tienen la ventaja de ser muy longevos
y de ofrecer una almendra de excelente calidad. Por su parte las variedades
tardías (marzo y abril) no tienen ese riesgo, aunque la almendra es de inferior
calidad y la vida media productiva más corta que las anteriores.
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