jueves, 21 de marzo de 2013

LA FLORACIÓN DEL ALMENDRO (2)



- Señor conde -dijo Patronio-, el rey Abenabet estaba casado con Romaiquía y la amaba más que a nadie en el mundo. Ella era muy buena y los moros aún la recuerdan por sus dichos y hechos ejemplares; pero tenía un defecto, y es que a veces era antojadiza y caprichosa.
»Sucedió que un día, estando Córdoba en el mes de febrero, cayó una nevada y, cuando Romaiquía vio la nieve, se puso a llorar. El rey le preguntó por qué lloraba, y ella le contestó que porque nunca la dejaba ir a sitios donde nevara. El rey, para complacerla, pues Córdoba es una tierra cálida y allí no suele nevar, mandó plantar almendros en toda la sierra para que, al florecer en febrero, pareciesen cubiertos de nieve y la reina viera cumplido su deseo»

                                              De “El conde Lucanor”. Infante Don Juan Manuel



A las aladas almas de las rosas
De almendro de nata te requiero.
Que tenemos que hablar de muchas cosas,
Compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández. Elegía a Ramón Sijé.



Numerosos pueblos y campos de España celebran por estas fechas el maravilloso espectáculo de los almendros en flor. Sus tempranas galas anuncian el fin de los fríos y de las heladas, el regreso a las labores agrícolas después del obligado parón invernal. Los almendros eran heraldos de la fertilidad, y mientras que en China representaban la belleza femenina, en Grecia y Roma se repartían almendras en las bodas para asegurar una feliz descendencia en el matrimonio. Pero su temprana floración ha sido también sinónimo de tristeza infinita, y puede que esta peculiaridad sea la base de una curiosa historia de amor en la mitología griega: hubo antiguamente una princesa de Tracia llamada Fílide que se enamoró de Acamante, valiente soldado combatiente en la guerra de Troya. Todos los días Fílide se acercaba a la costa esperando su regreso, pero la guerra se alargaba y el barco que debía traerlo de vuelta no llegaba, así que la princesa murió de tristeza. La Diosa de la agricultura, Atenea, se apiadó de ella y convirtió su cuerpo en un almendro de poderoso porte. Pasaron los años y Atamante regresó, pero al llegar a palacio no halló a su amada y tan sólo pudo acariciar la corteza del árbol. El amor de la princesa Fílide respondió a Acamante floreciendo de repente y sin echar hojas, como lo viene haciendo desde entonces hasta nuestros días.



Izq. Rama de almendro en flor. Óleo de Vincent Van Gogh. 1890
Der. Rama de almendro florecido en Villahermosa


La tristeza de estas leyendas no amarga ni mucho menos el rito de la primavera, y a medida que las laderas y los bancales se visten de blanco, la gente sale a las calles y a los caminos para celebrar con alegría el acontecimiento. Las fiestas del almendro se suceden según las comarcas siguiendo siempre el ciclo de la floración. En Valsequillo (Gran Canaria) comienzan a principios de febrero, cuando en la península todavía es pleno invierno. Conforme los días se hacen más largos la floración se traslada al norte, y así las fiestas de Garrovillas de Alconétar (Cáceres) llegan a finales de ese mes, mientras que en La Fregeneda (Salamanca) hay que esperar a marzo y casi al inicio de la primavera. En esta última localidad, a un paso de la frontera portuguesa, los festejos incluyen certámenes literarios y fotográficos, concursos gastronómicos en torno a la almendra y diversas rutas senderistas en las que participan numerosos lugareños y turistas aficionados a la naturaleza. 

 Almendros y olivar en el camino de la Dehesa. Villahermosa


Cualquier agricultor sabe que la floración del almendro en pleno invierno no significa necesariamente una gran cosecha. Muchas variedades tradicionales son autoincompatibles, es decir, no pueden ser fecundadas con su propio polen y necesitan el de otra variedad para producir cosecha. Este hecho ha traído de cabeza a los propietarios durante muchos años hasta que se pudieron producir variedades autofértiles, por lo que en la actualidad el problema ya no se presenta. Otra situación adversa es el exceso de días húmedos, fríos o ventosos, ya que estos árboles son polinizados por abejas que requieren de tiempo estable para volar y libar sus flores. Las lluvias a finales de invierno dificultan el vuelo de estos insectos, y lo mismo ocurre cuando soplan fuertes rachas de viento. En cuanto a los fríos, está comprobado que la mayor actividad de las abejas se desarrolla con temperaturas entre 15º y 16 ºC, anulándose en cambio por debajo de los 10º a 12 ºC.

 Almendro en flor en Azuer


Estas dificultades subrayan la gran importancia de elegir no sólo un buen emplazamiento, sino también la variedad adecuada según el clima. Los árboles de floración temprana (enero y febrero) corren un riesgo mayor de verse afectados por las heladas, pero en cambio tienen la ventaja de ser muy longevos y de ofrecer una almendra de excelente calidad. Por su parte las variedades tardías (marzo y abril) no tienen ese riesgo, aunque la almendra es de inferior calidad y la vida media productiva más corta que las anteriores.




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