El concepto que tenemos
de los terratenientes, originarios sobre todo de países con tradición
monárquica, es el de descendientes de linajes enriquecidos, nobles o no, con numerosas tierras y propiedades que heredaron de sus antepasados. A partir del siglo XIX
se produjeron cambios en el reparto de tierras, con las desamortizaciones
decretadas en aquel siglo, lo que supuso además una transformación en los modos
de explotación y la colonización de amplias extensiones anteriormente baldías,
como fue el caso de los latifundios de Santa
Cruz de Mudela y los Llanos del Caudillo.
En todos estos países con tradición
monárquica los terratenientes han
seguido existiendo hasta nuestros días: quién no conoce a los Duques de Alba,
los Abelló, Samuel Flores, etc. Ahora se llaman “banqueros”, “ganaderos” o “grandes
empresarios”, por tradición personas muy influyentes en la política de los
países con estas características. A un nivel inferior, en pueblos como el
nuestro, muchos de estos terratenientes, o señoritos, siguieron teniendo un
modelo de vida que los alejaba del bracero o asalariado tradicional: poseían las mejores tierras del pueblo y además también tenían varias fincas
y cortijos en distintos puntos del término. La casa del pueblo era
invariablemente muy amplia, con una o varias viviendas, bodegas, corrales, cuadras,
almacenes, etc, que eran administrados por una plantilla de trabajadores fijos
o eventuales a menudo muy extensa. Entre estos trabajadores no podían faltar el
ama de llaves y las sirvientas; la niñera, la cocinera, el morillero (encargado
de llevar y traer recados), mayordomo o administrador, mayorales de mulas y
ganados, gañanes, muletero, guardas de fincas, caseros, jornaleros y hasta gorrineros.
Cortijo de campo. Autor: Espaciorural.com
Los terratenientes, debido a su importante
patrimonio y preeminencia social, tenían un peso importante en las decisiones de
gobierno. El puesto de alcalde, por ejemplo, era elegido frecuentemente entre
sus filas, aunque en tiempos más recientes quedaran excluidos los desafectos al
Régimen. Este procedimiento permaneció inalterado durante los primeros años del
Franquismo, suavizándose después a medida que el país ampliaba miras y era
observado con lupa por la comunidad internacional. Puesto que el acceso a
estudios superiores resultaba más fácil, también era frecuente que las plazas
de médico, juez o veterinario (por decir algunas de las más eminentes) fueran copadas por los miembros de estas familias.
Vivienda de un Terrateniente
El alcalde empleaba esta misma fórmula para nombrar otros cargos de la
Administración del pueblo, como el de secretario del Ayuntamiento, escribientes,
serenos, alguaciles, pregoneros, guardas jurados, Juez de Paz, etc. A pesar de este
abuso, hay que decir en su favor que los alcaldes tenían generalmente dedicación
plena a la comunidad local, velando por la administración del Ayuntamiento en
colaboración con las demás Autoridades.
Quizás les movía el orgullo sano de ser el primer mandatario de su comunidad, hecho
éste reflejado en convenciones sociales como procesiones religiosas, las fiestas
en honor de su Patrono o Patrona, romerías, etc. No tenían sueldo, de modo que si era
necesario acudir a la capital a entrevistarse con el Gobernador, como suele decirse: “echaban su merienda, cogían la “Pava” y arreando”.
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