Las eras fueron de
gran importancia en zonas de secano como Villahermosa, donde una gran
proporción del término se dedicaba al cultivo del cereal. Sin embargo, estas explanadas
no se destinaban únicamente a grano y servían también para otros productos tan
comunes como las legumbres (garbanzos, guijas o lentejas), cuya producción local
era igualmente notable. Del volumen de trabajo que allí se llevaba a cabo da idea el gran número de eras que todavía se conserva, así como su presencia en
prácticamente todo el perímetro del casco urbano: hacia el este las eras del
Pozo Nuevo; en dirección a Montiel, las del Cuartel
y las del Pozo Santo; hacia el oeste, la del Notario; y hacia el norte la era del Matadero Viejo. No existía
zona donde estos terrenos llanos y empedrados no flanqueasen la entrada a
Villahermosa, una presencia que hoy en día sigue formando parte del paisaje
físico, cultural y también nostálgico de todo el Campo de Montiel.
Estructura típica de una era empedrada. Villahermosa
Las eras se construían en parcelas
amplias de tierra, de unos 800 o 1000m², con el fin de tener espacio suficiente para las parvas y el trabajo constante de trillar, limpiar, acarrear y cargar el grano. Muchas eran de trazado rectangular, aunque las había
circulares y de otras formas en función del terreno disponible. También según el
terreno podían construirse atendiendo a 2 modelos distintos: las eras de
tierra, también llamadas “terrizas”, y las empedradas. Estas últimas, de
elaboración más compleja, tenían una resistencia mucho mayor y podían aguantar
durante decadas con un mínimo mantenimiento.
En el caso sencillo de las terrizas, al dueño le bastaba con disponer de un terreno duro, firme y bien asentado. Entonces se limpiaba de rocas y vegetación, allanándose la extensión principal mediante un rodillo de piedra de gran peso conocido como "rulo". En el proceso de allanado el gañán humedecía previamente el suelo para
facilitar la compactación, y de seguido empezaba el trabajo de rodar la era, es decir, dar vueltas y más vueltas con la mula tirando del rulo hasta cubrir por completo toda su superficie. Solo al concluir el "paseo" la era quedaba lista para la trilla. Ciertamente el trabajo de construcción de terrizas podía considerarse nulo, tal era su sencillez, aunque en zonas donde había varias eras colindantes se adornaba un poco más el conjunto colocando lajas de piedra
clavadas verticalmente por todo el perímetro, a modo de mojones. En
la siguiente temporada de siega, el propietario únicamente tenía que limpiar la
superficie de cardos y otras plantas silvestres antes de proceder al acarreo de la mies.
Era para trilla junto a unas bordas de Ascaso (Huesca)
Otra cosa muy distinta eran las
eras empedradas. Su elaboración resultaba mucho más costosa y se llevaba a cabo
por cuadrillas dedicadas específicamente a este cometido. En Villahermosa las
piedras utilizadas eran de roca caliza, más abundantes, pero también se usaban
lajas de piedra-rodeno y cantos de río para relleno, que se traían de
lugares a menudo situados a gran distancia. Normalmente, las eras empedradas comenzaban a
construirse a finales de verano una vez acabada la temporada de
siega y trilla, y antes de que llegasen las lluvias de otoño. De
esta forma la era podía quedar en reposo durante casi nueve meses (hasta dos años según los casos), tiempo suficiente para que la hierba y otras plantas formasen un denso tapiz de raicillas que apelmazaban y fijaban todo
el conjunto. Hay que tener en cuenta que el empedrado se realizaba sin ningún
tipo de mortero, de modo que el plazo más o menos amplio de inactividad era obligado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario